A todos nos gusta ese juego donde coqueteamos con la chica que nos gusta, soltándole frases insinuantes y mostrando nuestro interés. Pero muchas veces una vez ya hemos establecido la química, llega ese momento mágico: el beso. ¿Cómo lo hacemos? ¿Le preguntamos si podemos besarla, nos lanzamos sin decir nada con los ojos cerrados mientras rezamos por dentro? Es mucho más difícil de lo que podemos imaginar, y es que equivocarnos con el beso puede lllevar al fracaso absolutamente todo lo demás.
En todas las citas hay momentos ‘mágicos’ donde notaremos unos segundos perfectos para besarnos. Estar paseando en el parque y cruzar una mirada en silencio, un momento en el cine donde compartimos un comentario chistoso, un roce de manos en la cena… Hay multitud de situaciones en las que notaremos que ella quiere que la besemos, que es lo que toca en ese momento y que no debemos fallar. Insinuarnos puede ser útil si lo hacemos con sutileza y mantenemos el juego establecido. Esto quiere decir que nada de abalanzarnos de forma obvia, es muy probable que la acabásemos asustando.
También funciona muy bien jugar con las palabras haciéndole preguntas sobre cómo le gusta que la besen. Si tenemos la suerte de disponer de una bonita sonrisa haremos que se sienta cómplice de nuestro juego, entrando en nuestro terreno y dejándonos la puerta abierta para que podamos darle el ansiado beso. Es una estrategia arriesgada pero muy productiva si conseguimos hacerla bien, aunque como todo en la vida requiere más de práctica que otra cosa, pudiendo llevarnos grandes chascos al principio. Y, por supuesto, la fórmula mágica: si ella realmente está enamorada nunca le molestará que no sepamos cómo besarla bien. Cuando haya sentimiento de verdad podremos lanzarnos sin miedo a lo que pueda pasar.